Amelie tiene una pena que no la deja respirar.
Lo extraña. Lo necesita. Lo busca. Lo ama.
Lee una y otra vez sus poemas para poder encontrarlo.
Es efìmero ese momento: ella lo descubre entre sus metàforas y èl la mira, le sonrìe.
Se acercan hasta que sus narices se rìen de la proximidad.
Se susurran, pero no logran oirse.
Se abrazan, pero sus brazos permanecen inmòviles.
Y ese reloj detiene su marcha: Los mira, y agacha la cabeza.
Amelie tiene una pena que la hace llorar.
Sigue frente a èl... De pronto, un deseo loco de cantar la invade... y canta... pero sus rimas son tristes melodìas y entre las estrofas se cuela un hilito de voz.
Desea reìr, pero sus labios se niegan... serà que ellos tambièn lo extrañan.
Èl, el cielo, la observa sin comprenderla y la deja hablar... y llorar, pero voltea su rostro y huye. Quizàs a su refugio..Quizàs a su papel.
Y ella se queda inmòvil... contemplando el polvo de aquel espejismo que se esfumò frente a sus ojos.
¡Grita su nombre una y otra vez! y corre con la prisa del viento...
Està triste Amelie.
Lo siente y llora, y eso que ayer reìa...
Las palabras que el cielo escribe crean mundos pero tambièn los destruyen.
Y ese palacio de prìncipes y princesas se desmoronò con la claridad del alba.
Sus làgrimas derriten la arena que coronaban sus paredes, y reducen a trizas las letras de este autor.
Esta muchacha ahoga en silencio esta pena de amor, y busca en los cuentos un final feliz.
Amelie es presa de un error que la lleva a esta agonìa diaria, en la que no se distingue el dìa y la noche y en su ventana no ha parado de llover...
sábado, julio 21, 2007
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