martes, septiembre 11, 2007





Día del maestro.

Hoy mis libros lloran sin piedad y el cielo grisáceo me recuerda su ausencia.

Mi pluma no garabatea más que una herida abierta y con su tinta teñida de sangre escribo su nombre: CARLOS FUENTEALBA.

Educador de alma y pionero de una revolución. Cual gigante de hierro luchaba contra el hambre y la desidia de los pueblos marginados, llevando con sus palabras ese hilo de esperanza que los poderosos nos ayudan a perder.

Docente en el aula, en la calle y el hogar. Un hombre de espíritu bohemio y un guerrero inigualable; ni un sueldo escaso, ni el famoso “no llego a fin de mes” logrò quitarle la sonrisa.

Tal vez demasiado honesto para esta tierra o quizà demasiados pensamientos peligrosos para este gobierno.

Asì fue que la tarde del cinco de abril, un disparo propagado por un policía le quitò la vida. Solo asì pudieron callarlo, con la muerte. Pero lo que esos hombres con licencia para matar que se conocen como policías desconocían, es que se puede matar a los hombres pero sus ideas persistiràn.

Esa tarde en que al cielo se le sumarìa una estrella gigante, los docentes neuquinos estaban marchando por un aumento de sueldo. Una manifestación digna ya que la canasta familiar aumenta y los estómagos no se sacian con el brillo de la televisión. Las ideas de Carlos surgen en mis palabras y no puedo evitar sentir dolor.

La impunidad brota en cada baldosa de este dolido paìs y ahora està en nuestras manos la responsabilidad de no asesinar los ideales de un hombre hecho y derecho.

Defendamos a nuestro pueblo, y reconozcamos que la ùnica manera de salir adelante es uniéndonos.




CARLOS FUENTEALBA PRESENTE.





Marìa Belèn .

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