domingo, diciembre 30, 2007




El silencio reinaba en la sala; no volaba una mariposa en aquel cuarto ni brillaban las luces de los autos por la ventana. Ya no se olìan los sahumerios de patchouly, ya no encendìan las velas de la nostalgia. Ya no. Un sol gris despuntaba a lo lejos y el silencio creaba abismos entre la razòn y la locura.

Un libro abierto sobre las sàbanas, una pluma con tinta reseca pendiendo de su lomo y un adiòs escrito con làgrimas.

Vida pecaminosa para algunos; dicen, los que poco (o mucho) saben, que los poetas son cìnicos y locos... ¡Locos por naturaleza! Artistas con vicios de explorar lo que existe màs allà de las palabras, los hechos y las historias.

La poetisa ha muerto al alba.

Sus dedos apretaban con fuerza una pena... atragantada en lo màs profundo de su corazòn. Otra vez se equivocò, puso en juego su alma y la perdio... en las manos de un tirano que le hablò de amor, como si se tratase de ofrecerle caramelos a un niño. La hizo llorar, un poco de rabia otro poco de dolor... tan difìcil es querer sin perder el equilibrio y caer...

Y ahora ya no le escribirà màs al maldito amor... ahora ya no hablarà de mariposas de colores... porque la poetisa ha muerto... ha muerto de dolor, la poetisa ha muerto y no quiere revivir, quiere dormir. Dormir y despertar lejos.

Lejos de èl y lejos de las penas que no la dejan respirar.
De poetas... de poetas muertos y poetas vivos

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